2021
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LILIANA PONCE
"No sé si puedo separar el cuerpo de la mente aunque creo que el dolor, de cualquier índole, y la enfermedad marcan más que la felicidad o la alegría. Sin embargo, se trata sobre todo de la atención, volverse sobre sí, escuchar ese plano inconsciente que puede cruzar presente y memoria, sensaciones e imágenes.
El viaje, que justamente da título literal y metafórico a este espacio, tiene para mí una fuerza especial. Por eso, entre mis lecturas predilectas, están los autores que escribieron sobre sus viajes, o desde el viaje como un punto de partida para su escritura. Cito a modo de ejemplo: Bashô y sus diarios de viaje, como el clásico Sendas de Oku; El eterno caminar de las Montañas Azules, de Gary Snyder; En el camino, de Jack Kerouac; Del caminar sobre el hielo, de Werner Herzog; los Diarios Indios, de Allen Ginsberg…"
La urraca
Deja los puños cerrados, la mano tensa
y quedan dentro los confites.
En el armario se arrinconan
los pedacitos de cosas frías, ya olvidadas,
y al dormir, sabe que también ellas están durmiendo
boca arriba, sin la esperanza de otra vida
fuera de las puertas.
Mi tesoro es guardar tesoros
que sólo yo entiendo –piensa.
Y las hojas y cajas beben en el volcán
la ceniza del tiempo
–pinzas, estatuillas, etiquetas–,
para que el rey cocodrilo llore o escupa.
Soy la urraca –dice–.
Busco cuidar lo que huye,
ese temblor, esa imagen,
lo fugaz y lo invisible.
Liliana Ponce
Continuar leyendo a Liliana Ponce en El infinito viajar
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2020
ESTELA FIGUEROA
JUDITH FILC
El libro en el que estoy trabajando ahora - que no es un poemario, sino un libro "entre-géneros" (o "des-generado", como diría Kevin Johansen) - tiene como punto de partida una reflexión sobre lengua y extranjería. Empezó a partir de mi experiencia personal de desarraigo, pero se fue ampliando para abarcar otras cuestiones, como la relación espacio-tiempo, la lengua de la locura como lengua extranjera, y la creación de fronteras internas que ubican a ciertas poblaciones del otro lado. Es una reflexión sobre lengua y memoria, sobre la relación entre lengua materna y lengua adquirida, sobre la experiencia de extranjería y la vida en el umbral.
En los tres casos, pasé mucho tiempo investigando antes de empezar a escribir, y ahora sigo leyendo y pensando a medida que escribo. Supongo que tiene que ver con el hecho de que, a pesar de haberme alejado de la universidad hace años (o, debería decir, que la universidad se alejó de mí) sigo sintiendo pasión por la investigación. Nunca me gustó demasiado escribir textos académicos. Incluso en mi época de docencia soñaba con escribir un libro que no tuviera que atenerse a las reglas de ese discurso. Eso es lo que estoy intentando hacer ahora: una mezcla de aforismos, micro-relatos, prosa poética y diálogos con otros poetas.
Otra cuestión que está siempre presente cuando tengo un libro nuevo en la cabeza es la de mi propia poética. No es intencional, tiene que ver con el proceso de reflexión sobre los temas, las ideas, las imágenes y con el proceso de construcción de los textos. La lectura de poesía me ayuda a encontrar el camino.
Yo creo que siempre escribí con el cuerpo. Para escribir un poema tengo que entrar en su mundo, ser su personaje. Pienso en la experiencia de lectura también como una experiencia física, porque la poesía y el arte que más me interesan son los que provocan una reacción que va más allá de la búsqueda de sentido y de un proceso de interpretación consciente. Por eso busco que los poemas sean pequeños mundos en los que el o la lectora se interne y, para crearlos, yo también tengo que internarme y vivir en ellos. Lo pienso como una especie de trance o de viaje. Para encontrar las palabras justas, tengo que estar ahí. Un texto que se me ocurre es "La palabra profética" de Maurice Blanchot, en El libro por venir."
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