lunes, 30 de noviembre de 2020

Entrevista a la Biblioteca Virtual

Marcelo Quintana, estudiante de Bibliotecología, eligió como tema para un trabajo final a la Biblioteca Virtual. Se trató de una entrevista que respondimos los administradores de la Biblioteca. Agradecemos a Marcelo por su tiempo y también, por el reconocimiento de este hacer colectivo sostenido y solidario.





sábado, 28 de noviembre de 2020

ENCENDER EL FUEGO PARA QUE LA ESCRITURA SUCEDA - MARTA BRAIER

 



Sábado 21 de Noviembre de 2020. Conferencia. Video en vivo en el ciclo organizado por Biblioteca Virtual.

 

                                                                                                        

     En “El poema de los dones” de El hacedor,  Borges nos dice:  Nadie rebaje a lágrima o reproche/ esta declaración de la maestría /de Dios que con magnífica ironía / me dio a a la vez los libros y la noche […] Lento en mi sombra/la penumbra hueca exploro con el báculo indeciso, /yo, que me figuraba el Paraíso/bajo la especie de una biblioteca.

    Traigo este  último verso en especial,  en agradecimiento a Selva  y a todos los mentores  entusiastas   de esta Biblioteca Virtual,  que hoy es templo para mi palabra. Y aquí estoy con alegría y mucha emoción de trasmitir estas reflexiones,  mas aún: “Estos días que guardamos nuestros cuerpos para protegernos, nos abrazan  las palabras.”

     Escribo porque sé que alguien me oye, la que oyó mi nacimiento, dice el gran escritor cubano Lezama Lima . Y me pregunto, ¿Cuál es la génesis de la Escritura? ¿Será que escribimos  respondiendo a un llamado de encuentro con alguna Plenitud primera, anhelada y perdida? ¿Escribimos para ser escuchados?  ¿Escribimos  para ser  recibidos,  casi como  en un acto físico, en una profunda necesidad de comunicación? Escribo porque se que alguien me oye...

    ¿ Por qué les traigo esto? Una hace lo que hace,  porque siente pasión por lo que hace. Y  desde hace 40 años ayudo a escribir . A dar a luz.  A reconocerse en la propia voz . Sobre esto quiero hablarles. Sobre mi experiencia.

     Yo canalicé mi  fuerte emocionalidad en la conducción del Taller Literario a pesar de las críticas de mi padre:  Vos sos muy emotiva, muy emotiva… ¿Qué vas a hacer con esa carrera? ¿Profesora de Letras? Te vas a morir de hambre… Pero  me recibí de Profesora de Letras y crié a mis hijos con mi trabajo como coordinadora de taller y sigo agradecida a la vida por haber elegido este camino no tradicional Esta práctica de enseñanza no formal. Comencé  en el año 1982, en mi casa. Estábamos en las postrimerías de la Dictadura y los talleres habían proliferado. La cultura sucedía puertas adentro como se podía.

     Sin embargo la decisión en contra de mi padre  me trajo cefaleas por largo tiempo. A Cortázar lo llevaron a un médico porque leía demasiado… Mi madre me instó a ir a un neurólogo, por mis  cefaleas y porque me distraía poco, según el médico. ¿ Ud, se distrae?, me preguntaba. Yo ya estaba leyendo desde muy chica a Romain Rolland, los numerosos tomos de “Juan Cristóbal”; y había leído también “Bonjour tristesse“, de Francoise Sagan;  libros que le habían regalado a mi madre, y que aún conservo con sus bellas tapas antiguas.

     Siento que mi trabajo, más allá  de dar herramientas para perfeccionar la escritura, descubrir una vocación dormida e incentivarla; o iluminar la Lectura, mejora la vida. Da felicidad. A mí personalmente me mejoró la vida en vivencias de comunicación plena, en el registro de la vulnerabilidad del otro, de la intemperie, que nos es común a todos. Una comparte el embrión, lo creativo en estado puro, el arranque entrañable de la emoción, la música del pensamiento, del recuerdo, del corazón y después los logros en el discurso del texto, a fuerza de rigor y constancia. Después contaré alguna anécdota que dejó huella.

      Nací de cara al Aconquija y soy orgullosamente tucumana. Vivo desde 1972 en Buenos Aires. Y claro, pensar en hablarles del trabajo que vengo realizando desde hace tantos años,  me llevó a hacer un recorrido por mi vida. Del 2003 al 2015 dicté  talleres para jóvenes en la Biblioteca Nacional, con Horacio González como director, y aún extraño ese entusiasmo, ese fervor juvenil, los increíbles  textos,  la mezcla de  chicos argentinos y latinoamericanos, la inmediatez de esos poemas intensos, desprejuiciados, comprometidos,  realistas,  esa atmósfera de casas de teles encendidas.

     Contarles, que esa vivencia de la montaña azul,  el Aconquija de niña, que yo veía  desde la ventana de mi cuarto,  fue el principio de mi vocación por la Poesía, por la belleza de la Palabra, el encuentro primero con la incertidumbre, con el misterio de la vida. Después, ya cursando el secundario, tuve una  experiencia fundante  con una profesora de literatura. La Garbero, la llamábamos. Ella me marcó el camino hacia la Literatura. La Garbero nos hizo leer- hasta me acuerdo del patio de la escuela y del sol picando a la hora de la siesta- nada menos que “El sonido y la furia” de William Faulkner y “La Metamorfosis “, de Kafka. Entrar a los dieciocho años en el dramático universo familiar de los Compson de Faulkner, o en el siniestro y desventurado mundo de Gregorio Samsa, significó para mí el encuentro con la Gran Literatura, el descubrimiento de las posibilidades inauditas de la palabra literaria, la sorpresa de una realidad textual que me conmovía hasta los tuétanos y que me devolvía al mundo más calma y sabia: empezaba a intentar “comprenderlo” Esto lo recordé también en un reportaje que me hizo  el poeta Rolando Revagliatti , hace unos años.

      En la Grecia Clásica se representaban las tragedias en las llamadas Olimpíadas. Y estas representaciones anuales,  tenían un fin educativo amplio. Aristóteles cuando define la Tragedia en su bella Poética dice que la Tragedia, imitación de una acción  seria y acabada en sí misma,  produce la kátarsis, a través de la compasión y el temor.  Es decir , el espectador se identificaba con lo que les ocurría a esos héroes en escena, temía por su propia vida, y eso le generaba compasión y temor.  Entonces la Kátarsis de las pasiones, tenía un sentido de liberación, de curación, de purga. Casi en un sentido médico.  Estoy hablándoles de  La palabra que sana.

     Asocio este efecto de la palabra en el teatro griego al efecto  en el receptor  en general cuando la palabra literaria  llega con todo su esplendor, su brillo.  Por eso acostumbro a leer  los textos que escriben los asistentes  escritores en mi taller,  en voz alta . Aún hoy lo hago por video llamada o zoom. Para que los  aprehendan, y se distancien o se desenamoren, para reelaborarlos ;   o se enamoren más;   y finalmente  produzcan  esta conmoción casi corporal de la literatura, cuando alcanza belleza sumergida en su dignidad intrínseca.  Y también,  la lectura  en voz alta,  de  los grandes autores,  como método para crear un estado de gracia, una recepción sensible  que después se ha de expresar  en la creación  personal.

    Soy el puentecito de juncos entre el tiempo/ y el dolor/ la ignota lumbre de una exigua luz/ […], dice  el poeta Arturo Carrera en “Vigilámbulo”.

  Qué materia desean los ojos y que no pueden ver?/No esta especie de traición a lo largo del pavimento/ la naturaleza criminal que revelan los automóviles/ el taciturno rumor de las cosas manufacturadas/ la vacilante verdad de la muchedumbre hacia el ocaso/Cuál es la relación de esta escena con el otro orden?/ La divinidad esta aquí por delegación sombría/Hay un millón de ventanas y cada una padece/su teólogo fracasado ante la única realidad posible/con su correspondiente dolor de cabeza al anochecer.”

                                           (de Joaquín Giannuzzi en su poema: Teólogo en la ventana)

 

 

Pero, ¿ cuál es el alma del taller? (El taller como caldo de cultivo)

  

Cada uno crea / de las astillas que recibe/ la lengua a su manera/ con las reglas de su pasión.

                                                                                                                          Juan José Saer

    

     Entonces, hay que sorprender, para que el alma descienda hasta un estado de anonadamiento, esa  suspensión en un instante único  del pensamiento lógico y desde ahí escribir o leer, pero ya desde otro lugar.  Cuando se ha vivido ese deslumbramiento,  o asombro virginal, diría,  nada será igual; algo así como poner al alma en un estado de infancia espiritual prodigiosamente sensible.

     Echar el anzuelo en el mar de la vida- dice Edgar Bayley. Y hay que entrar ahí en ese bosque.   El Taller es un abrepuertas, el coordinador, cerrajero de innumerables llaves, como en la mayéutica socrática, ayuda a dar a luz, simplemente leyendo ese río subterráneo que el asistente trae pero desconoce. hay que crear el clima para  lo que ya  es,  pero esta oculto. Esto es el alma del taller.

 

La escritura es un agua dormida bajo un manto de cólera, dice, el poeta Jorge Boccanera.

 

Es la llegada de los panaderos del aire.

La abuela dice que hay que pedir un deseo

y soplar fuerte

para que el deseo se cumpla.

Ella pide. Ahí va.

( Este es  un fragmento de “El río secreto”, mi último poemario.

   

                    Crear un clima, sorprender, detener el vértigo, anonadar.  Ocurre , a veces que  un verso, una frase, permite que aflore una paleta literaria inexplorada que puede abrir caminos hacia el afianzamiento personal en un estilo, en una temática.

                 He almorzado solo, ahora y no he tenido/ madre, ni súplica, ni sírvete,  ni agua.                                                    

                 Nos dice en su “Trilce” el peruano César Vallejo

                  También , la síntesis. la epifanía,  ese fundirse en el instante, el Gran Silencio que sucede a la lectura de un  haiku,  me ha sido útil para crear un alerta sensible.

                  Pájaro herido/qué agonía  de plumas/ en el camino

                  O la experiencia con el cuento “Los novios”, del querido Haroldo Conti . (Siempre trabajé los dos géneros , Poesía y Narrativa, y seleccioné autores de alta poeticidad como Saer, entre otros; o  Rulfo u Onetti).  En lo posible buceando en retóricas no tradicionales, cuentos  que narran  no hechos extraordinarios, grandes sucesos;  sino aquellos que toman un hecho trivial,  para convertirlo en Poesía. El móvil es ese recorte, esa sensación, esa mínima faceta de lo humano, ponerla al descubierto, sugerirla. Pienso en “Nos han dado la tierra”,  e Rulfo, su economía maravillosa, el dolor de ese campesinado a la deriva y cómo lo va mostrando y cada frase, cada avance, es una hondonada netamente lírica.

             Y vuelvo a Haroldo Conti,  ese modo sutil de Conti, su  uso particular de La levedad. A ese cuento, “Los novios”,  hay que entrarle en puntas de pie. Hay mucho silencio.  Y una ha explicado  que al cuento no se le tienen que notar las costuras, que la enunciación eficaz va por los bordes. Una ha hablado sobre la ambigüedad, sobre la materia subyacente. Se trata de ayudar a percibir la atmósfera, cómo Conti rodea la historia sin decirla, su particular punto de vista, el tono menor. La muerte vendrá , sorprenderá en la historia narrada, ese es el núcleo argumental, pero primero habrá menudos indicios, en la referencia a la vida perecedera de ciertos árboles, al día que muere en el atardecer, al camión de riego que aparece en el pueblo siempre a la misma hora, o al almacenero con el lápiz colgado en la oreja que se asoma a la calle para ver pasar la gente...mientras el tiempo,  sigue su curso .

    

     Encender el fuego para que la escritura suceda...


      Y  cómo no traerlo a Juanele Ortiz,  nuestro entrerriano pudoroso, con su lirismo encantador,  la contemplación  extasiada,  la  levedad,  algo suspendido en el aire, esa sutileza:

 

     De qué color la sombrilla contra el amor de Octubre?[...]

 

     Atravesando las disputas, o mejor, las disputillas,

                                                           no oíste

      que los pájaros cantaban, cantaban por el corazón de la lluvia?

 

     Y así,  ir sembrando en ese espacio tiempo del encuentro de Taller, una materia sutil,  astillas de experiencia para alcanzar una luz en la inmediatez de las lecturas propias, de otros compañeros de taller o  de autores consagrados; una insospechada lucidez. Acaso tocar esa fragilidad, la angustia que nos iguala a todos.

      Quién verá en ese ramo de otoños y veranos,  la caída del agua,  la tensa vibración de la hoja/ para decir después su resplandor, con qué palabra?

                                                                   Saer en “El arte de narrar,” su libro de poemas.

 

    Vengo nombrando caballitos de batalla, disparadores que provocan  ideas, emociones, descubrimientos formales . Tambien  la siempre recordada,  Irene Gruss,  con su economía e ironía trágica  en el ámbito de lo doméstico:( Yo estuve lavando ropa/ mientras mucha gente desapareció…); o el Neruda de “Residencia en la tierra”: Sucede que me canso de ser hombre [...]  Sucede que entro en las sastrerías y en los cines/ marchito, impenetrable/ como un cisne de fieltro/ navegando en un agua de origen y ceniza […] .

     Dialéctica amorosa con lecturas que facilitan la comprensión del fenómeno literario.

     O recurrir al gran César Vallejo , otra  vez,  para mostrar la torsión del verso cuando se impone la necesidad de decir,  desde  esa sintaxis y no otra : Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos/ pura  yema infantil innumerable, madre.

       Y vamos observando  que el taller literario forma lectores, que hay que leer mucho para escribir, que la lectura es un telón de fondo imprescindible. Lecturas que por la índole de su contenido y forma, ofrezcan a los autores que escriben, un modo de producción de escritura de gran riqueza estética, que impacte en la sensibilidad y deje huellas que estimulen la libertad creativa para decir lo que obsesiona y necesita expresarse.

     Y también es necesario  alertar con que hay que escribir con el recuerdo de la pasión, deponer el orgullo y la ansiedad y saber que éste es un oficio que exige disciplina, rigor, solitariedad. Es necesario leer con agudeza y saber leerse.

      Y quiero compartir algunas anécdotas que me marcaron emocionalmente como anticipé:

     Alejandra una vecina de un edificio en donde yo vivía hace pocos años, me encontraba a menudo  en el ascensor y me decía : tengo que ir a verte,  yo sé que vos tenés taller,  que das clases, Yo escribo, ¿sabés ? Pero no le muestro a nadie lo que escribo .

     Hasta que una noche nos encontramos en el ascensor y me dijo: ¿Te subo un CD con mis poemas, ahora? Y cuando yo puse el CD en mi compu y empecé a leer los poemas me sorprendí y le dije : Vos sos  ya una poeta Tus poemas son muy buenos, muy acabados. Y tenían ecos del entrerriano Juanele, paranaense ella. ( Angles)  Y entonces la vi, arrodillada, en el piso,  con las palmas  unidas  en actitud de  rezo, de agradecimiento, emocionada  hasta las lágrimas y yo también. No me olvido de este momento.

      María Elena de 80 años venía con un bolso con sus cuadernitos y un rollo de papel higiénico. Sacaba todo cuando venía a casa y en sus cuadernos de tapa blanda escritos a lápiz, llegó a escribir  una novela de su vida en un colegio de monjas donde la dejaron pupila cuando murió su padre, desde los 8 años. Nuestra Señora del Rosario, liderado por las Dominicas francesas,  sin visitas de nadie .La novela se llamó “La Elegida”,  y aún hoy recordarla a María Elena, me conmueve.  Manejaba la ironía  y la síntesis sin saberlo, lo hacía con maestría. Tenía ya su estilo, sólo que ella no lo sabía. La ayudé a descubrirlo y a perfeccionarlo. Supe del encierro atroz en ese colegio, de la disciplina estricta, de las madrugadas de frío, de la limpieza de la interminable escalera hasta la capillita desde donde se divisaba  un pedacito de la bullente avenida Cabildo, supe  del autoritarismo de esas monjas, del sacrificio diario, de las picardías, de los sueños... del paréntesis de las clases de música,  de la mantequilla en las manos escondida en las horas de la oración,  para reemplazar la crema de la cara...  A partir de esos apuntes nerviosos , la  experiencia humana con ella durante muchos años ; o con Alejandra y con tanta gente que ha pasado por mi taller, me ha enriquecido  y estoy muy agradecida a la vida.

      Lectura y descubrimiento. El que lee mucho intentará algún día escribir.  Se aprende a reelaborar, a podar, a tallar un texto con ese telón de fondo, ese tapiz de lecturas.  Y cuando se escribe,  se lee con mirada de escritor. Como dice Roland Barthes, leer  y levantar la mirada,  como si uno estuviera leyendo otra cosa.

     Y finalmente vamos llegando a las conclusiones en relación con la práctica de esta tarea. Hemos tenido en cuenta la importancia  de lo  que hemos llamado caldo de cultivo, el clima propicio para que la escritura suceda,  para que lo oculto o desconocido para el tallerista salga a la luz. Se ha dicho que  uno no sabe lo que le ha sido dado escribir. Y leerse causa una radiante perplejidad.  Más allá  del desarrollo de la  autocrítica y de la capacidad crítica,  más allá  de insistir en  la disciplina, en el  rigor, el necesario  aislamiento y sembrar conciencia de que el taller es un proceso en el tiempo;  todo nos lleva a la conclusión final  de que El Taller es Forma, es el Cómo.

     El tema busca la forma. Cómo digo eso que quiero decir. Y la búsqueda de la forma o el devenir de la Forma, nos trae el estilo que identifica y la cadencia. No hay texto literario sin música. ¿Cómo hubiera podido contar, Homero, se pregunta el poeta ingles  Wystan Hugh Auden, el dolor de Aquiles por la muerte de su gran amigo, Patroclo, sino con esos hermosísimos versos de La Ilíada con su cadencia particular?  ( el hexámetro dactílico); Canta, oh Diosa, la cólera del pelida Aquileo [...] No podemos separar la forma de la música. La escritura es una estructura sonora, y no hablo solamente de la Poesía. También en la narrativa hay una distribución rítmica, una respiración que identifica. El ritmo de lo escrito- dice Alberto Girri- es el ritmo del que escribe.

     No hay recetas para el Taller literario. Hay esta comunión. Hay un dejar ser al otro desde lo que trae en una primera aproximación. Y saber esperar. Es un largo proceso  de  acompañamiento, paciencia,  y  guía. Un oficio artesanal que trasunta una visión del mundo.

     Y vuelvo a las citas, porque están ahí, brotan  en las clases como flores silvestres. Uno vive atravesado por otras voces, inmerso en tantos otros, otras,  que nos contienen.  Y así,   Octavio Paz dice, lo habrán escuchado ya:  todo resuena apenas se rompe el equilibrio de las cosas. Cuando el equilibrio se rompe. el cielo escoge entre los hombres a aquellos que son más sensibles  y los hace resonar.

     Yo encontré mi destino en la palabra. En un texto de mi último libro, “El río secreto”, hay una referencia:

 

La maestra pronunció la palabra destino esa mañana en la escuela

y ella pensó en su familia

y en el desorden de las baratijas del bazar

 

se quedó pensando en esa palabra      le gustan las palabras

cuando sea grande va a escribir

 

las palabras son como personas: laten

 

         

     Gracias otra vez, Selva, gracias Rita Kratsman por los tradicionales blogs  con sus acertados nombres:  La infancia del procedimiento; El infinito viajar, que me permitieron  también  reflexionar sobre la creación, sobre mi trayectoria:  Vida- Literatura y sobre la Creación.

    Bienvenida sea  la Palabra poética que reúne todos los anhelos de la vida y todos los estremecimientos.

    Bienvenido sea en esta época  el Abrazo de la palabra.  Gracias por este espacio que me brindaron. Y que se termine pronto esta pandemia . Salud para todos .

 

     Y me despido con versos esperanzados del querido  Juanele Ortiz:

 

Encontraremos, sí,  la armonía primera pero más iluminada

Seguiremos llamando, sí, pero desde las ramas libres y seguras, aunque

                                                                                     [siempre sobre el vértigo

al día cada vez más puro.  con el rostro cada vez más próximo del ángel.

   

      Y quiero agregar un texto de uno de mis primeros alumnos, Fabio, no sé nada de él, pero conservo un papelito, ya amarillento,  que me trajo en tamaño carta con un texto escrito a máquina . Este texto tiene la fecha Abril de 1983.  Así que para Fabio, para todos, todas,  en honor a mis inicios, lo transcribo, a modo de colofón. Gracias otra vez .

Marta Braier

 

 

 

La mariposa y el colectivo

 

Hoy una mariposa subió al colectivo.

No era tan colorida como esas que vienen disecadas en platos para la pared, pero me parecía hermosa entre tanto invierno.

La gente comenzó a mirarla. Ella revoloteaba por todos lados, chocando ocasionalmente con el parabrisas o alguna de las ventanillas, subiendo, bajando, o posándose en la cabeza de los pasajeros.

Al rato todos la seguían con la vista, hasta el colectivero, que la miraba por el espejo retrovisor.

De pronto, hizo una pirueta que parecía un salto mortal y cayó al piso. Allí estuvo moviéndose convulsivamente un rato, finalmente quedó inerte.

Yo seguí mirándola todo el tiempo, hasta que una mujer que bajaba apurada la pisó sin darse cuenta.

 

 


                                                                                                                     

 

lunes, 9 de noviembre de 2020

Arte compartido

El artista visual Sergio Ucedo nos acerca, generosamente, su arte en el stencil. Agradecemos, una vez más, su acompañamiento y la hermosura.