#cartasdeamor, por Cintia Schenquerman

Por Cintia Schenquerman 


Por Cintia Schenquerman 
 
"Tengo un bolso lleno de cartas de amor. Me ha seguido en cada mudanza y ocupado un lugar en cada casa. Imagino a veces a mi hija leyendo una y otra, como lo hice yo con las de mi madre cuando tuve edad para ver la mujer que habitaba en ella. Me conmueven todas las cartas de amor. Ese modo singular que tienen de mostrar el interior, la hondura de un espacio al que sólo es posible asistir en silencio y en puntas de pie. Esa escritura despojada de ambición literaria, un secreto de dos que reencarna en el corazón de cualquiera. Letras que sitúan un día, una hora, hechos y destinos, pero trascienden el tiempo como la luz tardía de una estrella. Son estampa de pasiones, dolores, deseos, despedidas…
¿Cómo resistirse al encanto de una carta, a ese instante casi fotográfico de historia, sin un antes ni un después, sin apertura ni desenlace?¿Cómo adentrarse a sus líneas sin rasgar la intimidad de esa trama?
Cada tanto pienso que algo debo hacer con ellas, con las mías, con las que encuentro, con ese resplandor que asoma desde algún sobre abierto con los dientes, con la sed de lo que pudo haber sido su espera. Y cada vez que vuelvo al azar de sus palabras, me pregunto de quién son las cartas de amor ¿de quién las envía o de quién las recibe?
"Cartas de amor" será una publicación semanal en la Revista BV 2020. Misivas que trascendieron la esfera privada por tratarse de personas de conocimiento público. Saldrá los días sábados, al menos, durante este período de pandemia.
Con gusto para quienes gusten." 
 
 Imagen: carta de amor personal


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De JUAN D. PERÓN a EVA DUARTE, 14 de octubre de 1945, Isla Martín García

Mi tesoro adorado:

Sólo cuando nos alejamos de las personas queridas podemos medir el cariño. Hoy sé cuánto te quiero y que no puedo vivir sin vos. Esta inmensa soledad sólo está llena con tu recuerdo. He escrito a Farrel pidiéndole que me acelere el retiro; en cuanto salga nos casamos y nos vamos a cualquier parte a vivir tranquilos (…) Esta carta te la mando por un muchacho porque es probable que me intercepten la correspondencia. (…) Debes estar tranquila y cuidar tu salud mientras yo esté lejos, para cuando vuelva. Yo estaría tranquilo si supiera que vos no estás en ningún peligro y te encuentras bien (…) Viejita de mi alma, tengo tus retratos en mi pieza, los miro todo el día con lágrimas en los ojos. Que no te vaya a pasar nada porque entonces habré terminado mi vida. Cuidate mucho y no te preocupes por mí, pero quereme mucho que hoy lo necesito más que nunca.


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#cartasdeamor
De ANDRÉ GORTZ A SU MUJER DORINE KEIR (2006)

(André Gorz, seudónimo de Gerhart Hirsch, fue filósofo y periodista. 1923, Viena, Austria - 2007, Vosnon, Francia)

Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. De nuevo siento en mi pecho un vacío devorador que sólo colma el calor de tu cuerpo abrazado al mío.... Necesito reconstruir la historia de nuestro amor para captar todo su sentido. Gracias a ella, somos lo que somos, uno por el otro y uno para el otro. Te escribo para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos.
…No teníamos prisa. Te desnudé con cuidado. Y descubrí, maravillosa coincidencia de lo real con lo imaginario, la Afrodita de Milos encarnada. El fulgor nacarado de tus pechos iluminaba tu rostro. Durante mucho rato contemplé, mudo, ese milagro de vigor y suavidad. Tú me enseñaste que el placer no es algo que se tome o se dé, sino una forma de darse y demandar la propia donación del otro. Nos entregamos mutuamente por completo.
…Lo que me cautivaba de ti era que me hacías acceder a otro mundo. Ese mundo me encantaba. Podía evadirme entrando en él, sin obligaciones ni pertenencias. Contigo me encontraba en otra parte, en un lugar extranjero, extraño a mí mismo. Me ofrecías el acceso a una dimensión de alteridad suplementaria, a mí que siempre rechacé cualquier identidad y fui acumulando identidades que no me pertenecían. Estoy tan atento a tu presencia como en nuestros comienzos y me gustaría hacértelo sentir. Me entregaste toda tu vida y todo lo tuyo. A mí me gustaría poder darte todo lo mío durante el tiempo que nos quede.
Por las noches veo a veces la silueta de un hombre que, en una carretera vacía y en un paisaje desierto, camina detrás de un coche fúnebre. Es a ti a quien lleva esa carroza. No quiero asistir a tu incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas. Espío tu respiración, mi mano te acaricia. A ninguno de los dos nos gustaría tener que sobrevivir a la muerte del otro. A menudo nos hemos dicho que, en el caso de tener una segunda vida, nos gustaría pasarla juntos.
André

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De YOKO ONO A JOHN LENNON (2007)

Te extraño, John. 27 años han pasado, y todavía deseo poder regresar el tiempo hasta aquel verano de 1980. Recuerdo todo -compartir nuestro café matutino, caminar juntos en el parque en un hermoso día, y ver tu mano tomar la mía- lo que me aseguraba que no debía preocuparme de nada porque nuestra vida era buena. No tenía idea de que la vida estaba a punto de enseñarme la lección más dura de todas. Aprendí el intenso dolor de perder un ser amado de repente, sin previo aviso, y sin tener el tiempo para un último abrazo y la oportunidad de decir "Te Amo" por última vez. El dolor y la conmoción de perderte tan de repente está conmigo cada momento de cada día. Cuando toqué tu lado en nuestra cama la noche del 8 de diciembre de 1980, me di cuenta de que seguía tibio. Ese momento ha quedado conmigo en los últimos 27 años -y seguirá conmigo por siempre.



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De ADOLFO BIOY CASARES A ELENA GARRO

(Desde 1949 y por veinte años mantuvieron una relación secreta. Estaban casados respectivamente con Silvina Ocampo y Octavio Paz).

Mi querida, aquí estoy recorriendo desorientado las tristes galerías del barco y no volví a Víctor Hugo. Sin embargo, te quiero más que a nadie... Desconsolado canto, fuera de tono, Juan Charrasqueado (pensando que no merezco esa letra, que no soy buen gallo, ni siquiera parrandero y jugador) y visito de vez en vez tu fotografía y tu firma en el pasaporte. Extraño las tardes de Víctor Hugo, el té de las seis y con adoración a Elena. Has poblado tanto mi vida en estos tiempos que si cierro los ojos y no pienso en nada aparecen tu imagen y tu voz. Ayer, cuando me dormía, así te vi y te oí de pronto: desperté sobresaltado y quedé muy acongojado, pensando en ti con mucha ternura y también en mí y en cómo vamos perdiendo todo. Te digo esto y enseguida me asusto: en los últimos días estuviste no solamente muy tierna conmigo sino también benévola e indulgente, pero no debo irritarte con melancolía; de todos modos cuando abra el sobre de tu carta (espero, por favor que me escribas) temblaré un poco. Ojalá que no me escribas diciéndome que todo se acabó y que es inútil seguir la correspondencia... Tú sabes que hay muchas cosas que no hicimos y que nos gustaría hacer juntos. Además, recuerda lo bien que nos entendemos cuando estamos juntos... recuerda cómo nos hemos divertido, cómo nos queremos. Y si a veces me pongo un poco sentimental, no te enojes demasiado... Me gustaría ser más inteligente o más certero, escribirte cartas maravillosas. Debo resignarme a conjugar el verbo amar, a repetir por milésima vez que nunca quise a nadie como te quiero a ti, que te admiro, que te respeto, que me gustas, que me diviertes, que me emocionas, que te adoro. Que el mundo sin ti, que ahora me toca, me deprime y que sería muy desdichado de no encontrarnos en el futuro. Te beso, mi amor, te pido perdón por mis necedades.

Adolfo

* Las 91 cartas, telegramas y postales que Bioy Casares le escribió, se encuentran en la universidad de Princeton, en Estados Unidos, especie de caja fuerte con santo sanctórum de los artistas.


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De SALVADOR DALÍ a FEDERICO GARCÍA LORCA (1928)

... Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo. La última temporada en Madrid te entregaste a lo que no te debiste entregar nunca. Yo iré buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar .... 
 
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De MANUELA SÁENZ (Quito, Ecuador 1795 – Paita, Perú 1856) A SU ESPOSO J. THORNE (1825)

No, no y no; por el amor de Dios, basta. ¿Por qué te empeñas en que cambie de resolución?
¡Mil veces no! Señor mío, eres excelente, inimitable. Pero, mi amigo, no es grano de anís que te haya dejado por el general Bolívar; dejar a un marido sin sus méritos no sería nada.
¿Crees por un momento que después de haber sido amada por este hombre durante años, de tener la seguridad de que poseo su corazón, voy a preferir ser la esposa del Padre, del Hijo o del Espíritu Santo, o de los tres juntos? Sé muy bien que no puedo unirme a él por las leyes del honor, como tú las llamas, pero, ¿crees que me siento menos honrada porque sea mi amante y no mi marido?
Déjame en paz, mi querido inglés. Amas sin placer. Conversas sin gracia, caminas sin prisa, te sientas con cautela y no te ríes ni de tus propias bromas. Son atributos divinos, pero yo miserable mortal que puedo reírme de mí misma, me río de ti también, con toda esa seriedad inglesa. ¡Cómo padeceré en el cielo! Tanto como si me fuera a vivir a Inglaterra o a Constantinopla. Eres más celoso que un portugués. Por eso no te quiero. ¿Tengo mal gusto?
Pero, basta de bromas. En serio, sin ligereza, con toda la escrupulosidad, la verdad y la pureza de una inglesa, nunca más volveré a tu lado.

“Manuelita Sáenz inició sus acciones independentistas a los 22 años, antes de conocer a Simón Bolívar. Ha sido excluida de la historia y su papel reducido al de amante del Libertador Simón Bolívar. Pero el tiempo la reivindicó y ahora su enorme rol en la gesta emancipadora de América Latina es admirado y estudiado”.


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De SIGMUND FREUD a MARTHA BERNAYS (1885) 
 
“Créeme: es natural que yo ponga más objeciones que tú a nuestra prolongada espera. Sucede únicamente que yo la soporto con más esfuerzo, lo cual no es extraño, pues por regla general, las novias son más resignadas que los novios”.

“Aunque durante todos estos años he sido pobre, he conseguido lograr aquellas cosas que significaban algo para mí y, por otra parte, me siento a salvo del más desolador de los destinos: la soledad”.

“Por lo demás, no pido ni espero demasiado de la existencia. Soy muy obstinado y temerario y necesito grandes estímulos, habiendo hecho muchas cosas que cualquier persona sensata consideraría osadas. Una de ellas fue la de emprender la senda médica siendo pobre. Otra, la de, siendo pobre, capturar el corazón de una pobre chica… Pero así ha de continuar siendo mi vida: mucho riesgo, mucha esperanza, mucho trabajo. Para la sensatez de la burguesía media me he perdido hace mucho tiempo”.

“…leo mucho y pierdo una gran parte del día. Por ejemplo, tengo actualmente Don Quijote, con grandes ilustraciones de Doré, y me concentro más en este libro que en la anatomía del cerebro (…) Hoy hojeando las páginas centrales del libro, casi me parto de risa. Hacia mucho tiempo que no me reía tanto, y no cabe duda de que está maravillosamente escrito.”

"He estado leyendo cosas acerca de la cocaína, ingrediente que contienen las hojas de coca y que mascan algunas tribus indias para hacerse resistentes y soportar privaciones y fatigas (…) he encargado cocaína, y por razones evidentes voy a intentar aplicarla en el tratamiento de las enfermedades cardiacas y más tarde en la fatiga nerviosa”.
“La pizca de cocaína que acabo de tomar me desata la lengua, mujercita, así que seguiré escribiendo y comentando las críticas que me dedicas (…) Aquí me tienes, mi dulce amada, haciéndote tontas confesiones y sin razón alguna, a no ser la cocaína”.

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De EMILIA PARDO BAZÁN a BENITO PÉREZ GALDÓS (188… aprox.)

Hotel Victoria de Domingo Reguero, Madrid.

Mi siempre amado (siempre, siempre), ¡tu cartita me da un rato más bueno! Contaba con ella como epílogo a los sabrosos marrons glacés del último día. He encontrado este papel, y por recordar épocas gratas para los dos y darte a mi modo una sorpresita, en él te escribo.
De mis picardías, ¿qué quieres que te diga? Tu eres más indulgente para ellas que yo misma; tú las explicas y las perdonas, yo tengo instantes en que no las sé perdonar aunque me las explique aquella lógica interior que nos ayuda a comprender nuestras propias acciones por más disparatadas que sean. Lo que debe constar y no se escapa a tu inteligencia es que nada hay de humillante para ti, en lo ocurrido. Bien te alcanza la filosofía y la razón para comprender que a nadie humilla lo que hace otro, y que sólo las acciones de uno mismo honran o avergüenzan. Máxime aquí en que no hay que rendir tributo a las preocupaciones de la gente, que ignora el lazo que nos une. Si el público supiese que tú y yo… vamos, entonces aún se podría compaginar eso de las humillaciones pero el público, gracias a tu maquiavelismo, está hecho un papanatas, así que nada de lo malo que yo cometa refluye en desdoro tuyo. Me basta haber lastimado tu corazoncito sin que además tenga sobre mí el remordimiento de haber dado ocasión a que ningún estúpido se permita reírse de ti. Gracias a Dios, eso no sucederá nunca.
Ensancho el renglón, porque este enrejado me marea y paso adelante, miquiño.
Por lo que toca al arrastrado éxtasis de Barcelona, creo que fue una de esas cosas impensadas y casi inconscientes, que la más pintado le ocurren. Allí sí que no pequé contra el amor que te tuve y tengo, como aseguras tú que no pecaste contra el mío en Nápoles ni en Venecia. Claro está que dadas mis faltas no podía haber Nápoles ni Venecia para mí, o al menos que la Venecia y el Nápoles habían de ser de otro corte muy distinto; pero en el fondo fue mi imaginación, y no mi alma, lo que allí te abandonó o por mejor decir te hizo traición. Ante la moral oficial no tengo defensa, pero tú y yo se me figura que vamos un poco para nihilistas en eso.
En fin, tú me has perdonado, tú me has estrechado contra el corazón prodigándome nombres dulces y cariñitos inefables; aquella pasión que yo creía amortiguada se ha revelado como la pasión debe ser, viva, ardiente, y hasta absurda, divinamente absurda; tu absolución y mi franqueza, aunque tardía, siempre meritoria, me han reconciliado conmigo misma. Lo imposible y lo temible era que no nos viésemos, que suprimiésemos la comunicación cuando nuestras almas se necesitan y se completan y cuando nadie puede sustituir en ese punto a tu Porcia. No deseo ciertamente que me hagas una infidelidad, no; pero aun concibo menos que te eches una amiga espiritual, a quien le cuentes tus argumentos de novelas. A bien que esto es imposible, ¿verdad, mi alma, que es imposible?
Ya veo que tuerces el hocico, pensando “aquí sale el cariño eterno y santo. Reniego de él”. No es eso, fachita, no es eso. Es que estimo en ti lo que sólo en ti se encuentra, sin dejar de saborear lo otro, que es mejor por ser tuyo. En prueba te abrazo fuerte, a ver si de una vez te deshago y te reduzco a polvo. En cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre.
¿Me buscas casa? Creo que la gente de aquí no está alarmada todavía, y por lo mismo chiquillo, conviene desalojar lo más pronto, antes de que alguna chismosa o algún necio levante la liebre. ¡Cuánto tengo que agradecerte! Ya sé que con tu apoyo saldré bien de los casos difíciles en que mi destornillada cabeza (que sólo tiene la mar de tornillos para tratar de Rabelais y de otras cosas estrafalarias) me ponga. A ver cómo vamos sorteando los escollos. El quererme a mí tiene todos los inconvenientes y las emociones de casarse con un marino o un militar en tiempo de guerra. Siempre doy sustos.
Por el camino he pensado una novela; pero no se titula “El hombre”, se tiene que titular (a ver si te gusta) Titi Carmen. Es la historia de una señora virtuosa e intachable; hay que variar la nota, no se canse el público de tanta cascabelera. El Hombre de todos modos es un buen título. He pensado también hacer una novela sobre “El Verdugo”; el verdugo actual. ¿Qué opinas?
¿Y por qué me quieres tanto, di, ratón? No lo merezco, bien lo sabes, aunque te quiero también mucho y muy hondo. ¿Qué haces? Mira que espero tus letras el sábado. No dijiste que los jueves me escribirías. Dime en qué te ocupas. No hagas conquistas, no te vengues en eso. Lo que te amo te basta. Mira que yo en un minuto te puedo dar más bienes y alegrías que nadie, sobre todo a mí es a quien quieres, no lo olvides. ¿Cómo andas de sueño? ¿Y de comer? Te muerdo un carrillito y te doy mucho besos por ahí, en la frente, en el pelo y en la boca. Gracias por tus bondades todas, y no me destierres al fin de ese corazón mío.

NOTAS BIOGRÁFICAS
Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851-Madrid, 1921). Hija única de una familia gallega aristocrática y progresista, recibió una educación notable, que completó con viajes, lecturas e idiomas. Escribió cerca de 600 cuentos y una veintena de novelas y libros de viajes. Publicó artículos en medios españoles, americanos e ingleses. Fundó y dirigió la revista Nuevo Teatro Crítico y la Biblioteca de la Mujer, donde tradujo al feminista Stuart Mill. Se casó con José Quiroga y tuvo tres hijos (Jaime, Carmen y Blanca). Tras su separación tuvo relaciones con el escritor catalán Narcís Oller, el futuro coleccionista José Lázaro Galdiano y, por supuesto, Galdós.

Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920). Escribió un centenar de novelas, 18 obras de teatro y un sinfín de artículos, estuvo a punto de recibir el Nobel de Literatura en 1915, cuando le geopolítica volcó la decisión hacia Romain Rolland, un francés pacifista, según cuenta Pedro Ortiz-Armengol en Vida de Galdós. Fue diputado progresista (primero) y republicano (después). Ingresó en la RAE al segundo intento. Nunca se casó ni vivió con sus amantes. Sus relaciones más conocidas fueron con la modelo Lorenza Cobián (tuvieron una hija, María), la actriz Concha Morell y, al final, Teodosia Gandarias.


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De JOAQUÍN SABINA a CHAVELA VARGAS - Agosto 2012
Quién pudiera reír como llora ella.

Andaba dibujando en un cuadernito, una costumbre que recién adquirí, cuando vi por la televisión, encendida sin sonido, la imagen de Chavela. Di voz al aparato. Se nos fue, escuché. Y me cogió un llanto irreparable. Lo que nunca me había sucedido. Siempre me culpé por no ser capaz de llorar con la muerte de mis padres, pero esta vez me venció el desconsuelo. Yo nunca me tomé copas con mis ídolos: Bob Dylan, Leonard Cohen o Brassens. Y sí con Chavela, con la que he cantado, nos hemos abrazado y reído hasta hartarnos. Todas esas veces cuentan y contarán siempre entre las más grandes cosas que me han sucedido en la vida.
Será difícil, por ejemplo, olvidar cómo la conocí. Fue una noche de hace unos veinte años, en Madrid, en la sala Morasol. Dijo: “Yo vivo en el bulevar de los sueños rotos”. Y yo tuve que escribirle una canción con esa frase. Ya se había recuperado de su alcoholismo.
Calculaba que había bebido algo así como 1,8 millones de botellas de tequila y solía decirme cuando me veía beberlo a mí: “Joaquín, ese tequila tuyo es muy malo; el bueno de verdad ya nos lo bebimos José Alfredo Jiménez y yo”. Al conocer la triste noticia, que todos veníamos anticipando, he sentido la necesidad de bajar al bar a tomar uno a su salud, aunque el brebaje sin ella siempre será de los malos. Aquella primera vez, pedí a Pedro Almodóvar que nos presentara. Al acercarme, escuché cómo él le contaba quién era yo, pues Chavela no tenía la menor idea. “La admiro desde niño”, le dije. “Yo también le admiro mucho a usted”, contestó. Ante la mentira, exclamé. “Vete a la mierda”. Nos fundimos en un largo abrazo del que nunca nos libramos hasta ayer mismo… Y recuerdo algo estas palabras de Almodóvar: “Desde Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como ella”.
 
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De NELSON ALGREN a SIMONE DE BEAUVOIR - 1 de noviembre 1952

Uno todavía puede tener los mismos sentimientos hacia alguien y no permitirle que gobiernen o trastornen su vida. Amar a una mujer que no te pertenece, que antepone otras cosas y a otras personas, sin que ni siquiera haya una posibilidad de que tu ocupes el primer lugar, es algo que resulta simplemente inaceptable. No me arrepiento de ninguno de los momentos que pasamos juntos. Pro quiero un tipo diferente de vida…
La decepción que sentí hace tres años, cuando empecé a darme cuenta de que tu vida pertenecía a París y a Sartre… la ha embotado el tiempo. Lo que he intentado hacer desde entonces es apartar mi vida de ti. Mi vida significa mucho para mí, no quiero que pertenezca a alguien tan alejada, alguien a quien sólo veo unas pocas semanas al año.


De SIMONE DE BEAUVOIR a NELSON ALGREN - 1953

Viernes

Cariño, he recibido tu última carta esta misma mañana. ¿Sabes una cosa? No es que te eche en falta demasiado, pero sí te echo en falta. Te voy a contar un secreto que quede entre tú y yo: cuando me encontré el lunes con tus cartas, sobre todo con la que dice que a veces se va asentando en ti, una muerte entre tú y yo, por estar los dos lejos, lejísimo, y durante demasiado tiempo, tuve un verdadero dolor de corazón, no un simple latigazo, sino una verdadera crispación de angustia. Olga y Bost se marchaban a Roma a la mañana siguiente así que fuimos a beber para celebrar la última noche de Bost en París, y yo bebí demasiado, y de repente, a las dos de la mañana, la banda de jazz tocó una melodía norteamericana que habíamos oído juntos, y eso me causó tal dolor de corazón que a punto estuve de desmayarme por primera vez en mi vida. Ya lo ves, aunque me empeñe en combatir contra esos dolores, mi corazón-helicóptero sigue profundamente unido a ti. Nelson, por favor, gana algo de dinero y ven a París. No soporto la idea de que no nos volvamos a ver nunca más. De todos modos, como deseas venir algún día, sé que vendrás. Sigo esperándote y no dejaré de esperarte hasta el día que vengas y tomes whisky conmigo. Tenemos que hacerlo. Combato contra los dolores del corazón, pero nunca combatiré contra la alegría y la felicidad que sentiré cuando aterrices aquí. Me parece muy dulce de tu parte pensar en escribir algún día un libro para mí. *Deberías hacerlo. Yo sigo escribiendo el “tuyo” y ya se acerca al final, aunque ha sido muy arduo de escribir, el más arduo de los que he escrito.
Sí, me gustaría leer el libro de Geismar, y probablemente lo utilice en Les Temps Modernes para que la gente de acá sepa qué es o qué fue positivo en tu país…
Cariño, ten la seguridad de que aquí todo el mundo te echa de menos como mínimo dos veces al año, y de que yo no paso un solo día sin pensar en ti con todo mi amor. He conservado todos nuestros recuerdos, no los pierdo nunca. No habrá muerte entre tu y yo.
Tu Simone,
con el corazón fiel.
* Será A Walk on the Wild Side (1956)
 
 
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De NAPOLEÓN a su esposa JOSEFINA (179...)

No le amo, en absoluto; por el contrario, le detesto, usted es una sin importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe; usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres sus letras le dan, pero ¡aun así usted no le ha escrito seis líneas informales, a las corridas! ¿Qué usted hace todo el día, señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante amor que usted le prometió? ¿De qué clase maravillosa puede ser, qué nuevo amante reina sobre sus días y evita darle cualquier atención a su marido? ¡Josephine, tenga cuidado! Una placentera noche, las puertas se abrirán de par en par y allí estaré. De hecho, estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna noticia de usted; escríbame rápidamente sus páginas, páginas llenas de cosas agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más placenteras. Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y cubrirla con un millón de besos debajo del ecuador.
Napo
 
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#Cartasdeamor

De ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY a CONSUELO SUNCÍN DE SAINT- EXUPÉRY
Mayo de 1944

...No se dan las gracias a un jardín. Yo siempre he dividido a la humanidad en dos partes. Hay seres-jardín y seres-patio. Estos pasean su patio consigo, lo sofocan a uno entre sus cuatro muros, y uno se ve obligado a hablar con ellos para hacer ruido. Es penoso, el silencio, en un patio. Pero por los jardines uno se pasea. Uno puede callarse y respirar. Se está a gusto. Y las sorpresas agradables aparecen solas. No hay nada que buscar. Una mariposa, un escarabajo, una luciérnaga se nos muestran. No sabemos nada sobre la civilización de la luciérnaga. Uno sueña. El escarabajo parece saber a dónde va. Tiene mucha prisa. Es asombroso, y seguimos soñando. Luego la mariposa. Cuando se posa sobre una flor espléndida, uno se dice: para ella es como si se posara en una terraza de Babilonia, un jardín colgante que se balancea... Luego uno se calla al ver tres o cuatro estrellas. Pero no le doy las gracias por todo esto. Usted es como es. Simplemente tengo ganas de pasearme todavía en su jardín.
También pensé otra cosa. Hay gente-carretera nacional y hay gente-senderos. La gente-carretera nacional me aburre. Me aburre el granito de los mojones. Van hacia algo preciso, una ganancia, una ambición. A lo largo de los senderos, por el contrario, hay avellanos, y se puede pasear entre ellos para mordisquear sus frutos. A cada paso, uno está allí para estar allí, no en otro lugar. Pero no hay absolutamente nada que aprender de los mojones...

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De HENRY MILLER A ANAÏS NIN (1932)

Queridísima Anaïs:
Terriblemente, terriblemente vivo, afligido, absolutamente consciente de que te necesito. He de verte, te veo brillante y maravillosa y al mismo tiempo le he escrito a June y me siento desgarrado, pero tú lo entenderás, debes entenderlo. Anaïs, no te apartes de mí. Me envuelves como una llama brillante. Anaïs, por Dios, si supieras lo que siento en este momento. Quiero conocerte mejor. Te quiero. Te quise cuando viniste a sentarte en mi cama, esa segunda tarde fue toda como una cálida neblina y de nuevo oigo cómo pronuncias mi nombre, con ese extraño acento tuyo. Despiertas en mí tal mezcla de sentimientos que no sé cómo acercarme a ti. Ven a mí, aproxímate a mí, será de lo más hermoso, te lo prometo. No sabes cuánto me gusta tu franqueza, es casi humildad. Sería incapaz de oponerme a ella.

No temo que quieras herirme. Veo que tú también posees fuerza, de distinto orden, más escurridizo. No, no te romperás. Dije muchas tonterías sobre tu fragilidad. Siempre he sentido un poco de vergüenza, pero la última vez menos. Acabará desapareciendo toda.
Tienes un sentido del humor delicioso; lo adoro. Quiero verte reír siempre. Te lo mereces. He pensado en sitios a donde deberíamos ir juntos, sitios oscuros, aquí y allí, en París, por el simple hecho de decir "aquí vine con Anaïs", "aquí comimos, bailamos o nos emborrachamos juntos".
Ay!, verte borracha alguna vez, qué privilegio!, casi me da miedo de proponértelo; pero Anaïs, cuando pienso cómo te aprietas contra mí, cuán ansiosamente abres las piernas y qué húmeda estás, Dios, me vuelvo loco de pensar en cómo serías cuando todo se disuelve. Ayer pensé en ti, en cómo ciñes las piernas en torno a mí, de pie, en cómo se tambalea la habitación, en cómo caigo sobre ti en la oscuridad sin saber nada. Y me estremecí y gemí de placer.
Pienso que si he de pasar todo el fin de semana sin verte, resultará intolerable. Si es preciso, iré a Versalles el domingo - lo que sea, pero he de verte. No temas tratarme con frialdad. Me bastará con estar cerca de ti, con mirarte admirado. Te quiero, eso es todo.
Henry


Anaïs Nin y Henry Miller se conocieron en 1931. En 1939 abandonan París y en Nueva York escriben juntos relatos eróticos. Henry pidió a Anaïs que se mudase con él pero ella nunca quiso separarse de su marido, Hugh Guiler, un banquero próspero y sobreprotector. Miller estaba casado con June Mansfield, que a su vez, también fue amante de Anaïs, dando lugar a uno de los triángulos eróticos y emocionales más polémicos del siglo XX.
 
 
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DE OSCAR WILDE A LORD ALFRED DOUGLAS (1891)

Querido muchacho mío:

Tu soneto es completamente adorable y es una maravilla que esos labios de pétalo de rosa roja que tienes hayan sido creados no tanto para el canto musical como para la locura de besarse. Tu dorada y delgada alma deambula entre la pasión y la poesía. Yo sé que Hyacinthus, a quien Apolo amó tan locamente, has sido tú en aquellos griegos días. ¿Por qué estás solo en Londres, y cuándo vas a Salisbury? Ve allí y refresca tus manos en la grisácea luz de las cosas góticas, y ven aquí cuando así lo quieras. Este es un lugar adorable; sólo faltas tú, pero ve a Salisbury primero. Con imperecedero amor, siempre tuyo Oscar.

 
 
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 De RODOLFO WALSH a su hija VICTORIA
 
Querida Vicky:
La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en una reunión cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé con ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo. Después le dije a Mariana y Pablo: "Era mi hija". Suspendí la reunión.
Estoy aturdido. Muchas veces lo temía. Pensaba que era excesiva suerte no ser golpeado, cuando tantos otros son golpeados. Sí, tuve miedo por vos, como vos tuviste miedo por mí, aunque no lo decíamos. Ahora el miedo es aflicción. Sé muy bien por qué cosas has vivido, combatido. Estoy orgulloso de esas cosas. Me quisiste, te quise. El día que te mataron cumpliste 26 años. Los últimos fueron muy duros para vos. Me gustaría verte sonreír una vez más.
No podré despedirte, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía. Hablé con tu mamá. Está orgullosa en su dolor, segura de haber entendido tu corta vida, dura, maravillosa vida.
Anoche tuve una pesadilla torrencial, en la que había una columna de fuego poderosa pero contenida en sus límites, que brotaba en alguna profundidad.
Hoy en el tren un hombre decía: "Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año". Hablaba por él pero también por mí.

El periodista, escritor y militante revolucionario Rodolfo Walsh, fue asesinado por la dictadura militar argentina. Su hija, líder del Movimiento Montonero, se pegó un tiro en la sien cuando la casa donde se encontraba, en el barrio porteño de Floresta, fue cercada por más de cien militares del Primer Cuerpo del Ejército, con tanques, autos y hasta un helicóptero, el 29 de septiembre de 1976.
Tenía 26 años y antes de suicidarse dijo: "Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir"
 
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De HONORÉ DE BALZAC a EWELINA HANSKA 
 
19 de junio de 1836
Mi ángel amado:
Estoy loco por ti, casi loco del todo, tanto como uno pueda estarlo: soy incapaz de asociar dos ideas sin que tú te interpongas entre ellas. Ya no puedo pensar en nada que no seas tú. A pesar de mí mismo, mi imaginación me arrastra a ti. Te agarro, te beso, te acaricio, un millar de caricias, de las más amorosas, se apodera de mí. En mi corazón estarás siempre, no hay duda. Ahí te percibo de una forma deliciosa. Pero ¡ay, Dios mío! ¿Qué será de mí si me has privado de la razón? Hay una monomanía que esta mañana me aterroriza. Me levanto a cada momento y me digo: «¡Venga, vamos para allá!». Luego me vuelvo a sentar, porque no olvido mis obligaciones. Hay un conflicto espantoso. Esto no es vida. Nunca antes me he sentido así. Lo has devorado todo. Me siento necio y feliz en cuanto me permito pensar en ti. Giro en el remolino de un sueño delicioso en el que a cada instante vivo mil años. ¡Qué situación tan horrible! Vencido por el amor, sentir amor en cada poro, vivir solo para el amor, ver cómo a uno lo consumen los pesares y queda atrapado en un millar de telas de araña. Oh, mi querida Eva: tú no lo sabías. Cogí tu tarjeta. Está aquí, delante de mí, y le he hablado como si tú misma estuvieras aquí. Te veo, como pasó ayer, bella, increíblemente bella. Ayer, durante toda la tarde, me estuve diciendo: “¡Es mía!”. ¡Ah! ¡Los ángeles no son tan felices en el Paraíso como yo lo fui ayer!
 
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De RICHARD BURTON a LIZ TAYLOR
Celigny, Suiza, 2 de Agosto de 1984.

Querida Liz, tu grosero, grueso, gran Dick quiere saber cómo estás, odio mío, mi cara y mi cruz, sombra y luz, mi paloma y mi cuervo, por aquí nada nuevo: el lago opaco, la tapia de lluvia, la ventana ciega, sólo centellea la ágata del recuerdo de tus ojos violeta. Repta el domingo por la tarde, bebo, las campanas del pueblo doblan a muerto y las hojas del patio corren como ratas de mi delirio. Déjame escribirte que estoy triste como un perro viejo y que mi soledad es una casa enorme, vacía, inútil como ésta. La gata amarilla maúlla, ojalá fuera a tu sombra, a tu silueta de diosa antigua, ama de la primavera y de la lluvia.
Sí, puedes enfadarte, te estoy llamando prehistórica, también la gata te añora, araña el molde de tu ausencia, parece que le has dejado tus ojos puestos para que no pueda olvidarte.
Como al viento estos olmos se agarran a sus hojas también yo me agarro a la esperanza de verte. Si pudieras contestarme que no es demasiado tarde para el marinero borracho que desea volver a su muelle, si sólo pudieras oír mis gemidos buscando el rojo de tu boca…
Aprieto el corazón contra la ventana y mi pulso y el reloj de la lluvia repiten tu nombre y el mío, Liz, Dick, Liz, Dick, Liz. Eres como la lluvia y su memoria, clara y oscura, el arma y la herida, falsa y hermosa, ardiente y fría.
Te veo a través de mis lágrimas suicidas que tanto te aman, y erguido contra mi destino me da por pensar que te has quedado, que el tiempo no ha pasado, que esto no es la carta de un borracho sino un poema desbaratado, que Berna es Roma, tú Cleopatra y yo Antonio, siempre vuelve aquel tiempo que habitamos como huéspedes del éxito: jets, yates, Monet, diamantes de sesenta y nueve quilates, Cartier, nuestra cama a la deriva por los remolinos del Tíber, las caricias de los celos y los mordiscos del deseo, los seducciones del engaño y el beso de la culpa, cuando nuestro amor era una playa desierta, idílica, hipnótica, pero donde siempre se gestaba la tormenta de alguna pelea.
Y otras veces, Liz, me da por pensar que estás aquí, y me parece que pronto en la almohada lloverá la nube de tu pelo, que ya mismo la seda de tu piel revestirá las sábanas de satén, que como la memoria en olvido deshojarás la rosa de tu placer. Eres como una rosa y la mirada que la ve, abierta y cerrada, la mejor actriz, Liz, la marea y mi resaca, el camino y esta casa, como esta ventana donde fluyen la lluvia y ahora la luna.
Otras veces como ahora no puedo verte por la ventana, y con la lluvia, se desangra la soledad de los cristales, pero miro con esperanza el correo, el teléfono enroscado, olvido el rugido de aquel monstruoso Mercedes en la noche y el maullido de la gata abandonada, y entonces no creo como ahora que me suicide mañana cuando llegue el alba, cuando mi sed sea una niña perdida en un burdel y me posean todos los demonios de mis personajes desesperados, cuando mi borrachera sea una vieja que desfallece en el andén y me alcance tu recuerdo antes de volver a la memoria, no hay vida sin ti, Liz, eres el hueso y la vena, turbia y clara, el muro y la hiedra, la hierba que besará mi lápida: la vida y la nada.
Cariño, te sueño, hasta la entraña te extraño, el viento sopla en el vacío de tu ausencia, estas tardes de domingo tienen el ceño de un asesino calvo.
Ya no volverá el instante de tiniebla donde galopabas sobre la ola de mi orgasmo, de mi órgano, tu Dick, conmigo en ti te sueño.
Blanca de silencio, negra de insultos cuelga mi garganta de la luna de la culpa.
Sácame el corazón y latirá mi amor, maldita, ni me dijiste adiós, córtame la lengua y apágame los ojos pero podré hablarte y verte, derrámame el cerebro y pensaré en ti, Liz.
Ya termino, como te digo, por aquí no hay nada nuevo, el lago opaco, los ladridos del viento, los maullidos.
Es domingo por la tarde, no, ya es de noche, y bebo, repito, a veces olvido que te he perdido, y esas campanas quizá doblan por mí, Liz, no por mi éxito, o quizá sí, éxito en el sentido de salida, fin, sigue lloviendo sobre esta casa nueva, ruinosa, que parece que no tiene techo, solo el suelo de tu ausencia, llueve sobre mí y sobre estas palabras borrosas, que te nombran, Liz, Liz, Liz,
Tu Dick.
 
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#Cartasdeamor



De BRIGITTE BARDOT a ALAIN DELON, 2015

Eres ese águila de dos cabezas, el ying y el yang, lo mejor y lo peor, lo cual te vuelve a la vez inaccesible y tan cercano, frío e incandescente. Llevas en ti la belleza, el coraje, la elegancia, la potencia, que hicieron de ti la inmensa estrella internacional jamás igualada, ni reemplazada.
Te mereces respeto y admiración, pero también el amor, la calidez, la complicidad que comparto contigo desde siempre.
Feliz cumpleaños, mi Alain. Te amo 80 veces.
B.

                                
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Para este último sábado de noviembre, les dejo unas fotos de cartas manuscritas, bellas todas en su estética. Les dejo también algunas reflexiones que me rondaron durante el tiempo de publicación.
La primera: es difícil encontrar cartas de mujeres que hayan tomado carácter público. La gran mayoría son de hombres. No tengo duda de que las letras se habrán deslizado sobre el papel o el pensamiento, con iguales intensidades. Pero imagino las cartas de las mujeres, en los cajones junto a la lencería, quemadas en chimeneas, echadas al río o ni siquiera enviadas. Las pasiones femeninas nos son visibles como las masculinas.
Mi segunda reflexión: como dije al iniciar este ciclo, siento pudor al acercarme a estas lecturas en las que dos personas hablan entre sí en una intimidad absoluta. Vuelvo a preguntarme una vez y otra cómo hacerlo. Sólo me atrevo a asomarme en silencio, a disfrutar de ese hilo dorado que tejen las palabras, como una espectadora atrevida que se adentra en sentimientos ajenos tan, tan parecidos a los míos.












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