Por Karina Lerman y María Cecilia Piscitelli
Les compartimos junto a María Cecilia Piscitelli una nueva entrada de “caligrafías en danza”.
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Cuerpo- aullido
Todo nacimiento es aullido. Cuerpo aullido en la textura de una poiesis. Nos iniciamos en un latido hacia una latitud que pulsa "isla", " cascada", "brote". Hay algo de mí, en los cuerpos, que buscan escriturar un borde, contornear la letra como molécula, como fibra. Un ir y venir, el temblor en los movimientos danzantes al son de un instante fecundo.
La sonoridad del cuerpo pide hilarse. ¿El grito en el ritmo que alberga la vida? ¿El ritmo en el grito que queda coagulado?
De: María Cecilia Piscitelli
desata
manos líquidas
irrumpe
en los desiertos
expande
un vacío en cascada
sobre el mundo
Cuerpo aullido
refleja
la pared invisible
desesperados rituales
enlazan humanidad
el grito en el ritmo
las piedras los mares
susurran secretos
al cuerpo
confinado
a su vasta prisión
Sigilosa bravura
aúlla.
CALIGRAFÍAS EN DANZA 2020
En el proyecto Caligrafías en danza entrelazamos nuestros oficios, vivencias y recorridos diversos y afines desde la danza y la escritura poética. Nos proponemos indagar por medio de esta columna: “Caligrafías en danza” las variantes del cuerpo y su devenir en sus infinitas versiones y manifestaciones. Para ello nos servimos de una coreografía textual y vivencial entre la imagen y la palabra, el texto y su contexto, el cuerpo y el significante. La erótica de los cuerpos textuales/danzantes conviven en un caos de iteración como motor vital. La danza adviene como un reservorio poético.
En esta primera entrega compartimos un texto escrito por Laura Szwarc.
Baila a tu manera
"El sitio de la danza está en las casas,
en las escuelas, en la vida toda".
Maurice Béjart
"El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia,
picardía, dignidad y otras muchas capacidades,
pero también resulta intrínsecamente trágico
como no lo es ningún cuerpo de animal
(ningún animal está desnudo)".
John Berger
En continua exposición. Coreógrafos constantes, bailarines: eso somos las 24 horas del día, sabiéndolo o no. Cada cuerpo, público y privado, en variaciones. En la quietud y el movimiento.
El cuerpo habla por nosotros. ¿Cómo, quién, dónde? Mi cuerpo, posible de ser tocado por mí y por otros, ¿dónde está? Me envuelve, me abriga, ¿me domina? A la vez, ¿quiénes dominan mi cuerpo? Corporeidad/carnalidad en permanente cambio. Sigo diciendo "mi cuerpo" a éste de ahora que ha desplazado a aquél que balbuceaba, que aprendía a caminar, a éste de hoy ya tan distinto...
"Yo soy otro" decía el joven poeta Arthur Rimbaud. ¿Sólo otro o múltiples otros?, le preguntaría. Porque el cuerpo me hace, me es, me tiene y a la vez es dominado, colonizado, según el lugar que haya nacido, el grupo social al que pertenezca, el estudio y el trabajo que haga, según el clima, según las miradas recibidas que nos sostienen o nos hacen caer. Así, la mirada toca.
Al poner la palabra "tocar", aparece lo palpable e impalpable. Puedo tocar tu mano, pero no puedo tocar tu movimiento ni tu palabra. Sí puedo hacerlo metafóricamente: una palabra que me lastima, me hiere, me "da en el hígado". Una frase desagradable me quiere hacer llorar, me aguanto y "me atraganto".
Al trabajar, los cuerpos hacen las diferencias. Quienes están trabajando en una fábrica ocho horas o más, reiterando un mismo gesto, están en esa forma de encierro. Los vendedores, sin sentarse durante horas, quietos, adquieren otro modo de moverse.
Quienes están en las escuelas, maestros y alumnos, en quietud durante las horas del aula y en un desparramarse, arrojarse, en los intervalos de recreo. Encerrados en nuestro cotidiano. También estamos muchas veces encerrados en un puñado de prejuicios y dogmas.
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